En los últimos años, las precipitaciones han disminuido considerablemente en Nuevo León. Desde el año pasado, tanto organismos nacionales como internacionales, advertían de una inminente crisis del agua no sólo en el estado, sino también en el mundo, que tanto el Estado, como sociedad y la iniciativa privada tendrían que enfrentar juntos.
Esta realidad nos obligaría a todos a replantear nuestra relación con el vital líquido, sobre todo con nuestros hábitos de consumo. En promedio los neoloneses consumen 165 litros de agua por día, pero en municipios como San Pedro, el consumo se eleva a 301 litros diarios. Lo ideal, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, son 100 litros de agua al día, es decir, entre 5 o 6 cubetas grandes, suficiente para satisfacer nuestras necesidades.
Sin embargo, tanto el gobierno anterior como este, negaron que vendría una crisis, y fue sólo hasta que la realidad fue demasiado evidente, que el Gobierno de Nuevo León dio a conocer una declaratoria de emergencia por sequía.
Lo que hoy vivimos no se gestó de un día para otro, sino que fue una crisis anunciada que hoy sufrimos por la decisión de nuestros gobernantes de no enfrentarla en su momento. Desde octubre, los neoloneses que vivían en la periferia del Área Metropolitana denunciaban cortes de agua, pero el Ejecutivo Estatal negaba que algo tuviera que ver con el bajo nivel de las presas.
No fue sino hasta finales de enero, cuando se dio a conocer la declaratoria y un plan emergente para enfrentar la crisis de agua que ha estado plagada de inconsistencias y cambios repetinos, donde los ciudadanos están a la deriva, hartos y desesperados.
Hoy, Nuevo León sólo tiene agua 6 horas al día de 4 a 10 de la mañana, pero para muchos, Agua y Drenaje no puede ni siquiera asegurar el vital líquido en esos horarios.
Como lo he dicho antes, nadie está obligado a lo imposible; el Gobernador de Nuevo León no es el culpable de que no haya llovido lo necesario o de que durante años no se tomaran decisiones de Estado para una mejor captación y uso del agua. Sin embargo, sí está obligado a hoy, resolver la problemática y sobre todo, a hablarnos con la verdad.
Nuevo León necesita de una política integral que de manera simultánea reduzca el consumo, aumente las fuentes de agua, impulse el tratamiento de las aguas negras y mejorar la captación de agua no sólo en las presas sino también en edificios públicos y hasta en parques.
Es hora de dejar atrás la politiquería y ser propositivos, por el bien de Nuevo León.